viernes, 24 de marzo de 2006

Reinventando el cine



















Cada vez más frecuentemente vemos, en el lugar que ocupaban los lienzos en las exposiciones, grandes proyecciones de vídeo. Los artistas pasan por la fotografía y se adentran en el mundo del movimiento. El abaratamiento de los costes de producción y edición del vídeo ha conseguido un masivo acercamiento, por parte de la comunidad artística, para experimentar con él. Esto acompañado de la reducción del precio de los proyectores de vídeo y la eficacia de la repetición exacta del DVD ha permitido que todos los centros de exhibición de arte dispongan de estos equipos, bien para mostrar obras específicas o bien para exhibir documentos audiovisuales sobre lo expuesto o su autor.

La vieja utopía de Nam June Paik ha sido cumplida, la pantalla de proyección ha suplantado al lienzo. La tendencia actual es utilizar la pantalla como zona de proyección emulando el rito cinematográfico, y olvidándose u obviando modelos de exhibición más cercanos a la instalación y todo lo que conlleva: búsquedas, recorridos, descubrimientos, interacción, etc. integrando la imagen y sonido en cualquier otro mecanismo artístico.

Este modo de exhibición es llamado screen art (Mark Lewis, Rodney Graham, Doug AitkenIsaac Julien, y otros)  que utilizan la proyección de vídeo como si de un cuadro se tratara, pero un cuadro de grandes dimensiones, no sólo espaciales sino temporales. En 24 hour Psycho Douglas Gordon ralentiza hasta esa duración la famosa película de Hitchcock.

Actualmente en el Domus Artium 2002 se desarrolla un interesante programa de Remakes: vídeo sobre cine (comisariado por Juan Ramón Barbancho). Está constituido por obras a caballo entre cine y el audiovisual experimental juegan con lo que conocemos del medio cinematográfico, impuesto sobre nuestra consciencia, obligándonos a tomar distancia con lo que realmente prevemos. Las obras que componen Remakes revelan otras relaciones entre las frases cinematográficas, que siempre nos ha ocultado la lógica determinista, exterminando todo tipo de  conceptos heredados. En estas piezas podemos observar como se establecen nuevas conexiones espacio-temporales entre imagen y sonido, expandiendo nuestra capacidad de percibir otras dimensiones dentro de lo conocido. Por otra parte, nuestra fijación neurótica a la acción dramática pautada del cine no sólo nos encadena directamente a las estructuras clásicas de montaje, el poder, sino que ata nuestra mente a la linealidad narrativa.

Ante la longitud temporal de muchas de estas piezas el espectador no puede establecer una narración literaria, sino que las imágenes y sonidos se van rescribiendo en su memoria como una cinta magnetofónica sobre la que se han quedado grabados el conjunto de otros vídeos. O más particularmente fragmentos de actos, cuadros, tensiones, etc. reprocesados sin cesar.

CARLOS TRIGUEROS

[Publicado en El Adelanto de Salamanca, 24 de marzo de 2006]